sábado, 31 de marzo de 2012

Muñeca brava


Por las calles porteñas 
el bandoneón resuena 
al inhalar y expirar 
la tristeza de saber 
que se ausentó…….

volverá para  ser 
la muñeca brava 
y tararear el tango 
que resonará 
en su corazón……….



Foto tomada por la autora en Bs Aires

jueves, 29 de marzo de 2012

Atardecer en la piel



Con mucha intuición
sus delgados dedos
hurgaron en su intimidad,
haciendo que su cabeza
diera vueltas…

No perdió ocasión
de posar sus labios en su boca,
cuando entreabierta
intentaba respirar,
y en cada jadeo
se fue animando
a posar su masculina mano
delicadamente sobre su  piel…

sus viriles caricias
profundas e imperceptibles
al excitado oído,
donde solo respondió
su débil corazón
con acelerados latidos

no sé cuantas veces lloró…
porque los sentidos
jugaban a la ronda
en su vientre,
con danzas y taconeos
que con alegría
daban dolor a su orgasmo

Cuantas veces sintió
a su sexo penetrarla
en lo más recóndito
de su delicado cuerpo…
tampoco ella lo recuerda

y en su fantástico sueño
cuando a una torre
la llevó
y en la cornisa
más alta la sostuvo
entre el abismo
y el compromiso…

le crecieron alas
por los besos
que él regaló
a su espalda

de las manos se tomaron
y volaron por el cielo,
pero este
con la más pura
de las envidias
se puso gris
y estrepitosamente tronó.

entonces hizo
que sus nubes
desprendieran lágrimas
mojando sus desnudos cuerpos
de alivianado sudor
que olían y sabían a miel
de la varonil caña
que atravesaba
al femenino vientre
para quedarse ahí…


martes, 27 de marzo de 2012

Intrusa


Una intrusa pasea por lo que es tuyo.

Una intrusa en tu vida, en tus ideas, en tu creatividad…

Una intrusa en tu pasado, en tu presente, en tu futuro…

Una intrusa que mira tras el visillo de la solitaria ventana  y esconde su rostro. Solo asoma su nariz y husmea vidas ajenas…  

Una intrusa que  adivina tus pensamientos y desea hacerlos propios

Una intrusa que quiere adivinar cuantas veces al día recuerdas su cuerpo y deseas sus besos en tu boca

Una intrusa que cuchichea sola su remordimiento de tenerte metido en el sexo y en las venas.

Una intrusa que habla con ella misma.

Una intrusa que da las órdenes pertinentes para no ser la “intrusa enamorá’’

Una intrusa que solo añora tus manos,  tu boca, tu lengua y tus ojos.

Una intrusa a la que puedes llamar como quieras…

Entrometida… porque te desea a cada segundo…

Indiscreta… por andar dejando huellas de lágrimas que sueltan sus ojos cada vez que te extraña…

Una intrusa a la que puedes llamar mil veces intrusa..

Una intrusa que ha entrado a tu corazón sin permiso…






Pasos

Esperando al viento que ayude al otoño… 
a dejar caer sus hojas

Esperando el cascabeleo de tus pasos… 

pisar la vereda del amor

Esperando volver a envolvernos… 

para no sentirnos frágiles



Foto tomada por la autora

sábado, 24 de marzo de 2012

Depósito

Nadie puede hacerte infeliz
sin tu consentimiento, 
sin tu permiso, 
sin tu autorización… 


Sé creativo... 


hay muchas maneras de depositar las emociones negativas,


que no sea en tu corazón.

jueves, 22 de marzo de 2012

Mote con Huesillos



Las carreteras son tediosas y aburridas, cuando el calor y el tráfico se juntan, y si a eso, le agregamos las averías de mi camioneta. Entonces ya el genio lo traía al revés, la sed me ahogaba la garganta y mi trasero estaba inquieto como adolescente.

Debido a que el motor no rendía la velocidad que yo deseaba, mi mal humor aumentaba, soñaba con una Coca-Cola traspirada, bien  helada. Tanto la deseaba, que me parecía sentir sus burbujas chispeantes entrar por mi nariz.

Las modernas auto-pistas están hechas para que uno solo se detenga en las estaciones de servicios. Donde solo encontramos hamburguesas, platos preparados y mucha bebida gaseosa, que a la hora de estar sentado, son bastantes incómodas para el estómago.

Intentando distraerme lo justo y necesario para no tener un accidente, leí unos letreros pintados a mano con irregulares letras que decía: “Mote con huesillos’’

Solo de pensar en que acabarían con mi sed, y no tendría que mirar la modernidad que nos ha aniquilado nuestras tradiciones, detuve el vehículo y me bajé estirando mi cuerpo adolorido.

Una lona, o sea eran dos, ambas distintas, daban la sombra necesaria y que la brisa terminaba de hacer lo propio. El suelo estaba húmedo y bien barrido. Una mesa y cuatro sillas bien acomodadas y muy plásticas, era el menaje del lugar.

Me recibió un cálido ¡Buenas Tardes!
que resonó al viento como canto de sirena.
Di vuelta mi cuerpo que a la vez seguía estirando y acomodando, y fue cuando encontré un par de ojos verdosos, un pelo rubio dorado y una piel dorada por el sol…
¡que combinación!

Saludé:
¡Buenas! ¿el mote está bien frío?
Pregunté con las ganas de volver a escuchar la voz de aquella diosa.

Contorneo sus caderas lo que hicieron que mis ojos se fueran a donde no debemos mirar, ni menos cuando la calentura comienza a llegar al entrepiernas…

Frente a mis narices, estaba un vaso de vidrio, esos que se compran por miles y resisten los aporreos de las cantinas, y una mano pequeña de delicados dedos.

Mi cabeza daba vueltas

¡Señor, le traje el más frío… sino que gracia tiene parar por aquí!
Si el mote es malo, hago mala fama entre los camioneros y el negocio se me va al hoyo.
¿Y entonces como mantengo los chiquillos?
¿Se imagina?
¡Ay ni dios lo quiera que me falte trabajo!
Que el invierno es largo por acá y ellos no paran de comer.

Y siguió con su cuento…
Mientras yo escuchaba los trinos de su voz, la cercanía me permitía mirarme en sus ojos de aguas verdes. Y su aroma a bosque y campo de lavanda hacía volar la imaginación… o sea la mía.

Le pedí una botella de agua mineral para bajar lo dulce del mote aunque creo que fue pretexto para volver a recrear mis ojos en las redondas y cadentes nalgas.

Las pausas de su conversación eran largas, a lo que yo agregé un:
¡Y’’!
y ella proseguía.

Relató cuentos de la zona, de sus padres, de cómo había llegado a la carretera, de sus hijos y ahí sus ojos brillaban más.  

Creo que si me pidieran repetir una frase, no podría… en mi cabeza no quedó la más mínima palabra. Yo solo escuchaba su trino y respiraba inhalando cada vez más fuerte su aroma, que a esas alturas me hacía volar.

Me imaginaba a esas mujeres que cuentan sus quehaceres como panadera, como campesina, como ama de casa, como cocinera, como hija cuidando a los viejos padres y acariciando cabelleras blancas.
Como madre acunando a sus hijos, curando heridas y secando lágrimas.
Como amante, porque sí tenía hijos, hombre habría habido en su vida.

Y entonces caí en la cuenta que los celos me empezaron a llenar la cabeza y pensé:
¿que estaba haciendo?… sino sabía ni su nombre.

Entregué el vaso y pregunté cuanto era, le estiré un billete y ella metió los dedos entre sus senos y sacó un rollo de billetes y una pequeña bolsa con monedas, me estiró el vuelto y dijo:
¡Gracias Señor!
por escuchar, pocos son los que pasan por aquí y preguntan que hago sola en este lugar tan solitario…
Más al invierno tengo “sanguches’’ de malaya, café o té calientito. El pan, amasado por mis manos…
¡Vuelva cuando quiera!

Le estiré mi mano para llevarme su tacto y algo de su olor.

Subí a mi estropeada camioneta para seguir rumbo a la capital.

Había conocido a una diosa…
bueno así dijo mi amiga Cecilia cuando le conté

Me soltó la frase con su acostumbrada risa:
¡Esas mujeres son las calientan, como dice un amigo!

No sé que amigo será…..
para mi que son cosas de ella.


A mi amigo Roberto Lira

martes, 20 de marzo de 2012

Decreto Otoñal

Decreto: 


                                 Prohibido barrer las hojas de las calles en otoño……..

Permitir pisarlas 

Escuchar su música 

Para que sus sonidos

nos seduzcan

durante 

el frío invierno….




Foto tomada en Av. Ricardo Lyon por mi

martes, 6 de marzo de 2012

Equipaje


Hace muchos años tuve que hacer una maleta, que en ese momento de mi vida era importante, para partir a una nueva…

no me acuerdo que haya estado tan dudosa con que llenarla, como ahora… y esto porque deseo que el momento sea perfecto para ti…

no sé si llevar un vestido de fiesta para que creas que desvistes a una reina, o el más rotoso y sencillo, para que creas que soy la más pobre de las mujeres

No sé si llevar una camisa de dormir para que entre las sábanas la puedas arrancar y tirar por debajo de la cama…

No sé si llevar maquillaje para interpretar el mejor papel de mujer fatal, o para hacer que tu vuelo sea el mejor orgasmo…

No sé si llevar mi corazón para dejar olvidado en la esquina que embriagaremos de besos, para que así de vez en cuando pases a dejarles flores cuando  yo ya  haya regresado…

No sé si llenar mi boca de eróticas palabras, o silenciar esta ilusión que llevo por documento, sin número, sin fecha de vencimiento, sin garantía  y sin aval…

No sé……………. no sé…………….. no sé……………………

Solo sé………………………………..

que voy FELIZ a tu encuentro



Foto tomada por la autora


domingo, 4 de marzo de 2012

Viñeta


  • A veces despierta

  • A veces durmiendo

  • A veces esperando
  •  
  • A veces soñando

  • A veces 
  •  
  • A veces
  •  
  • A veces estiro mi mano al viento

  • A ver si encuentro tu rostro



viernes, 2 de marzo de 2012

La Cabina del Capitán

 



Llegó con sus cartas de la buena suerte en la mano y su sonrisa en los labios,
su falda de gitana  bailaba al ritmo de la brisa marina.


No fue mucho lo que alcanzó a leer e interpretar después de barajar la suerte.

El capitán era hombre fuerte, de piel y de corazón vigoroso, 
sus viajes a los cinco continentes lo  habían dejado mirando al sur  buscando a su estrella.

Ella y sus fantasías creían ser esa estrella y su sur, así pensaba al menos su apasionada imaginación, que esa tarde sería una ilusión.

Al capitán lo apasionaban los rituales, hacerse la idea de que este hombre rudo que capeaba temporales y los domaba, que  se internaba en el desierto del océano, y sin pensar que a lo mejor jamás volvería a tierra,
podría gustar de hermosos ritos al momento de hacer el amor, era una utopía. Y Y para ella,  su fantasía.

El capitán tomó sus manos, la miró a los ojos y sin mover un músculo de su cara, dijo:
¡Nena, sacáte el vestido!

Hipnotizada ella lo deslizó hasta los tobillos, levantó sus pies uno a uno…
él se arrodilló, lo arrugó en sus manos y a su nariz lo llevo, para respirarlo lo más profundo de la misma tela, esa que había ceñido al femenino cuerpo.

La miró nuevamente y con sus salados dedos tocó sus labios, que luego bajaron al cuello, y continuaron en su escote, se estacionaron en su ombligo para ir a terminar en los elásticos de su calzón, los resbaló muy  despacio provocando inquietud al apuro de la ardiente hembra.

Besó cada dedo cuando levantó cada pie para sacar la prenda, ella chorreaba saliva por su boca y sus muslos babeaban la humedad de su sexo. Hizo el viaje de vuelta con la lengua, ella intentó guiarlo a su intimidad. Pero tiernamente, él murmuró:

-Aquí en los muslos me quedo, ellos son míos, los traje a mis sueños, los robé en la isla donde entregué mi mejor tesoro, para quedarme con ellos. Son mi insomnio-

Y ahí se quedó, por mucho tiempo, o por milésimas de segundos porque sobornó al tiempo, para lograr el primer orgasmo.

Cuando sintió que ya estaba mareada y sin voluntad, la tumbó en su litera, algún aceite traído de las Indias empapó  la espalda y con sus manos lo esparció con suavidad.
Repasó mil veces cada vértebra, poniendo nombres de islas a cada una de ellas y ella quiso convertirse en una serpiente.

El aceite chorreaba y viajaba hasta su cola, desde donde caía por su vagina, y hasta ahí llegaban sus dedos, que después  desandaban el camino a su cuello,
hurgaba, escarbaba, palpaba, recorría, y memorizaba cada rugosa caverna que         encontraba. Sus dedos iban aprendiendo el idioma que hablaba el cuerpo de  esta mágica mujer.

Ella escuchaba al placer escribir en su espalda y de saberlo erecto y débil, grandioso y altanero, y su pasión lo deseaba, pero su razón decía que debía callar y solo acatar a la pasión marina puesta en este ritual.

Su dedo índice entró y salió comprobando la humedad de su matriz, haciendo que ella se ahogara en un grito de placer, le estampó un beso largo y pausado, escarbando su boca, saboreando cada palabra, una a una, navegando sin rumbo.

Y aunque el tiempo pasaba, en la cabina estaba detenido, como también había paralizado las pulsaciones de la doncella.

Ella reptó como pudo y con murmullos lo hizo entrar en razón y montó sobre él.
Miraba su cara que ya no era el corsario aguerrido que le había abierto la puerta del camarote, era un adolescente, virgen y asustado al que ella debía hacer descender y ascender en su propio clímax.

Las cartas se lo habían advertido, lo de su corazón de niño, frágil y generoso,
y así lo sintió cuando le dijo que deseaba permanecer en éxtasis por el próximo siglo, y que ella le regalara sus espasmos de acá al infinito.

Se entregó cabalgando en sus caderas, ella perdía la razón pero la recuperaba para tener otro, y otro temporal de pasión.

Cuando su sexo expulsó hasta el último suspiro y su corazón latió en su pecho 
por la escotilla ella contempló, como se dibujaba la silueta de este hombre de mar en el horizonte.

Fue cuando ella cayó en la cuenta que no podía separar la pasión del sentimiento, aquel que
 embargaba al navegar en las aguas de este marino errante.