viernes, 9 de noviembre de 2012

En busca del hijo que no ha de venir

Me enredé en los recuerdos que recogí del pelo blanco y las arrugas en mis ojos, cuando escuché la noticia del fallecimiento de Leonardo Fabio.

Y así entre mis dedos apareció la imagen de tus negros ojos, tu pelo de adolescente hippie, tu barba imitando al Che y tus libros debajo del brazo.

Y fue como mi cuerpo sintió los besos dados, en la oscura noche que por testigo sólo teníamos la esquina vacía, tan vacía como en las madrugadas de junio.

Y así te evoco entre los versos que cantabas a mi oído cuando bailábamos apretados las canciones de Fabio…


Eran tiempos de revolución y de cambios, y así eran las reuniones clandestinas de tu partido. Que eran base a nuestros pensamientos y sentir para los que queríamos un cambio, y que Allende fuera presidente después de tres intentos.

Mi inocencia de la vida y mi ignorancia de ella y de muchos otros temas, era inmensa, cosa que tú admirabas y eso te hacía el mejor maestro, algo que llevabas en tu ser y sin contar que a los dieciocho años yo te seguía ciega de amor y admiración.


Me convenciste de ser tu compañera, tu mejor amiga y tu amante, esto último fue lo que a mi cabeza llenó de pájaros y de ideas avanzadas, y de niña pasé a ser mujer de principios claros y libertades ganadas.

Acepté incondicionalmente ser tu mujer. Fuiste dulce y tierno al momento de mostrar mi desnudo cuerpo y regalar lo que me habían enseñado, se entregaba solo con un papel firmado y ante los ojos de dios.

Fui osada y violé las reglas que mis padres me habían repetido, algo que tuvo un costo muy caro… a los meses crecía en mí un hijo, algo que para ti no era novedad. Ya en tu época de estudiante en un país extranjero, habías intentado defender tu derecho a ser padre, algo que la madre del aquel niño y las reglas de su partido truncaron para siempre.

Esto fue la marca que imperó en nuestra relación, quisiste luchar por el nuestro contra todo y todos… pero yo no, el pánico a lo que se venía encima fue más poderoso.

La decepción le quito terreno a la ilusión y tu amor se desvaneció entre llantos y ruegos…

Me acuerdo como cantabas a Fabio y su “Muchacha de abril’’, y me repetías cada frase, así nuestros amigos se enteraban de mi cobardía, que refregabas en mi cara.

Sufrí en silencio el poco apoyo que recibí de mi familia y la tuya. Y un día de diciembre, muy de madrugada, visité a la partera de moda, y el hijo fue a dar, no sé si de comida a sus gatos, que eran muchos, o al basurero envuelto en el periódico del día.

El tiempo ha pasado y los poemas de Fabio se quedaron en mi corazón, haciéndolo latir cada vez que su melodía llega a mi oído…

“Quiero aprender de memoria

con mi boca tu cuerpo

muchacha de abril

y recorrer tus entrañas

en busca del hijo q'e no ha de venir’’


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