sábado, 24 de julio de 2010

La silla


Cuando leí este comentario al pie de la publicación de mi  cuento, que decía “en una silla es incómodo tener sexo”,  junto con reírme,  decidí indagar más allá de la propia experiencia  acerca, de esta posición al hacer el amor.

Revisé la cartelera  de dotadas películas triple X  y comenzó mi peregrinación hasta encontrar la adecuada en un triste, falso y mal actuado celuloide. La proliferación de  silicona y músculos  no abren el apetito precisamente. Al fin  llegó a mis ojos la escena  y  recordé al amigo y su interpretación.
Hasta el momento, todo parecía sencillo de realizar, sin embargo, lo que observé fue una odisea de movimientos parecidos a un reguetón, tan falsos como judas.

Al parecer esta formula no daba los frutos que yo quería.

Comenzaron entonces los interrogatorios a mis amigas, de ellas solo una se había atrevido a tan osada práctica con un amante, un fogoso caribeño, que no nombraré para  proteger la identidad de mi osada amiga. Las demás solo  esperaban una propuesta y soñaban con hacerlo.

Siguieron los amigos, algunos avergonzados confesaron que en la oficina era muy usual, ¡Bingo! ya esto era un adelanto, ahora tenía que saber detalles. Pero ahí, todos se fueron por la tangente y dijeron que les traería problemas con sus parejas,  mi desilusión fue grande.
Me pregunté  ¿cómo no iba a conocer un solo chileno o chilena que me contara su experiencia? Entonces, como una luz, apareció la imagen del Tío Pancho,  famoso por sus dotes de seducción.
Este tío de ya 70 años, que aún usa mocasines sin calcetines,  que se enfunda un celeste jeans y chaqueta azul y se pasea por las calles de Providencia y  por los Mall del barrio alto, seduciendo a toda mujer que huela a progesterona y que tenga el pelo largo, único requisito para que a él le parezca, que sí debe usar sus artimañas seductoras.

Recordé que ahora, a su viudez, vivía en un departamento en el barrio el Golf. Enfilé a su hogar y  parada en la conserjería me encontré preguntando por él.

El conserje me miró de pies a cabeza y detuvo sus ojos en mi corta falda, agregó un comentario a modo de pregunta ¿Su sobrina?... No, soy amiga de su hijo y él me espera; dije con autoridad.
¡Al fondo a la derecha, (casi como si fuera el camino al baño) cuarto piso y toca en la puerta del 407! Concluyó  sin sacar los ojos de mis piernas.
Parada frente a la puerta arreglé mi blusa cerrando el primer botón. Siempre mi madre decía: ¡Cuidado con los tíos! como si padre no fuera tío de alguien pensaba yo de niña, pero nunca se sabía y así,  en su memoria tomé aliento y puse mi índice en el timbre.

El tío Pancho me recibió con la seductora tenida que usaba, de bata de seda, pañuelo de la misma al cuello, mocasines de gamuza, porque jamás pantuflas de jubilado aburrido. Tomó mis manos y las besó lentamente una a una. Su aroma a colonia fresca  me llegó como bofetón a la cara y caí en  cuenta que me había gustado y en respuesta, mi cuerpo respondió con un disimulado coqueteo.

Me ofreció un café  que acepté de inmediato preguntó que tema era ese tan urgente. Hice una breve introducción sin dejar de pensar en el comentario de mi aburrido lector.


¡Ay m’hijita! estos hombres tan poco eficientes. Te voy a contar:
La primera vez que usé una silla con tu tía Marcela teníamos veinte años y ella me lo propuso,  la tenía aburrida la rutina de la cama y ya la cocinera nos había pillado varias veces montados en su mesón, por lo que me pareció  excelente idea. Así no pasábamos vergüenza y estábamos tranquilos. Nunca la vi tan feliz, muchas patas y tapices quedaron en la historia de nuestras proezas. Mi sexo entraba y tocaba sus paredes húmedas y rugosas que al menor movimiento  respondía  acariciándome desde adentro en cada brinco que ella daba sobre mí. Desde que la cama se cambió  por la silla,  nacieron Verónica, Marcelita y tu amigo Panchito-
Acotó: ¡Que tristeza por su mujer! que pena que la haya privado de tanta satisfacción y de buenos orgasmos con esta mágica técnica, tan antigua como el hilo negro.

Salí, desabroché mi botón, dejé el camino de mi escote que tanto te gusta al aire y  caminé por Presidente Riesco dispuesta a encontrarme contigo y murmurarte al oído.
 
Pancho: ¡Quiero una silla  esta noche en tu cuarto porque volarás al cielo!

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