Cuando la media tarde se pone atrevida,
se me ocurre hacerte un regalo.
Vivamos de corrido
sin perder el horizonte en nuestra forma de amar,
ya que la cobardía no es,
ni asunto de hombres ni de amantes.
Desnudémonos como viejos enamorados,
lento y preciso,
desempolvemos el viejo trajinar del cobijo,
engañemos al reloj y al tiempo
con prolongados momentos.
Los amores no llegan a ser ni amores ni historias,
ni el recuerdo los puede salvar
de ahogarse en las lágrimas derramadas,
y yo te quiero salvar de tu propia desnudez
sin perder la prudencia.
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