lunes, 16 de agosto de 2010

Quinta Normal

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Me bajé del colectivo a las tres en punto, 
me sudaba la frente y las axilas, 
pero aún así quería encontrarme con el Juan.
Caminé por la gran entrada que daba de lleno a la laguna, 
el sol picaba como lo hacía en el mes de enero.
Pocos eran los que a esa hora paseaban. 
El Juan no se divisaba por ninguna parte 
y yo seguía sudando.
Con una Coca helada en la mano 
que estiró hacia mi, 
pude mirar sus ojos 
y terminar de derretirme.
Ahí sobre el pasto caliente nos besamos 
hasta el atardecer.
El Juan nunca apareció.




Fotografía de la autora

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