Me enredé en los recuerdos que recogí del pelo blanco y
las arrugas en mis ojos, cuando escuché la noticia del fallecimiento de
Leonardo Fabio.
Y así entre mis dedos apareció la imagen de tus negros
ojos, tu pelo de adolescente hippie, tu barba imitando al Che y tus libros
debajo del brazo.
Y fue como mi cuerpo sintió los besos dados, en la
oscura noche que por testigo sólo teníamos la esquina vacía, tan vacía como en
las madrugadas de junio.
Y así te evoco entre los versos que cantabas a mi oído
cuando bailábamos apretados las canciones de Fabio…
Eran tiempos de revolución y de cambios, y así eran las
reuniones clandestinas de tu partido. Que eran base a nuestros pensamientos y
sentir para los que queríamos un cambio, y que Allende fuera presidente después
de tres intentos.
Mi inocencia de la vida y mi ignorancia de ella y de
muchos otros temas, era inmensa, cosa que tú admirabas y eso te hacía el mejor
maestro, algo que llevabas en tu ser y sin contar que a los dieciocho años yo te
seguía ciega de amor y admiración.
Me convenciste de ser tu compañera, tu mejor amiga y tu
amante, esto último fue lo que a mi cabeza llenó de pájaros y de ideas avanzadas,
y de niña pasé a ser mujer de principios claros y libertades ganadas.
Acepté incondicionalmente ser tu mujer. Fuiste dulce y
tierno al momento de mostrar mi desnudo cuerpo y regalar lo que me habían
enseñado, se entregaba solo con un papel firmado y ante los ojos de dios.
Fui osada y violé las reglas que mis padres me habían
repetido, algo que tuvo un costo muy caro… a los meses crecía en mí un hijo,
algo que para ti no era novedad. Ya en tu época de estudiante en un país
extranjero, habías intentado defender tu derecho a ser padre, algo que la madre
del aquel niño y las reglas de su partido truncaron para siempre.
Esto fue la marca que imperó en nuestra relación,
quisiste luchar por el nuestro contra todo y todos… pero yo no, el pánico a lo
que se venía encima fue más poderoso.
La decepción le quito terreno a la ilusión y tu amor se
desvaneció entre llantos y ruegos…
Me acuerdo como cantabas a Fabio y su “Muchacha de
abril’’, y me repetías cada frase, así nuestros amigos se enteraban de mi
cobardía, que refregabas en mi cara.
Sufrí en silencio el poco apoyo que recibí de mi
familia y la tuya. Y un día de diciembre, muy de madrugada, visité a la partera
de moda, y el hijo fue a dar, no sé si de comida a sus gatos, que eran muchos, o
al basurero envuelto en el periódico del día.
El tiempo ha pasado y los poemas de Fabio se quedaron
en mi corazón, haciéndolo latir cada vez que su melodía llega a mi oído…
“Quiero aprender de memoria
con mi boca tu cuerpo
muchacha de abril
y recorrer tus entrañas
en busca del hijo q'e no ha de venir’’