Son las siete de la tarde, el sol aún brilla que
encandila el pensamiento, y la brisa de primavera ya le refrescó la cara, cuando
la asomó por la ventana.
Entonces respiró para saber que aún estaba vivo… y ese soplido lo dejó volando en el pasado,
lo trasladó a un lejano y egoísta destierro de llantos ocultos, de
lágrimas secadas en el disimulo de no exponer la cara, y de tener en la mirada
una profunda tristeza…
La abundancia de riquezas y buenos propósitos abundan
en su corazón, todos hablan de su bondad, pero helo aquí mirando el horizonte,
pensando para donde enfila a su huérfano cuerpo, a que parque, y en que banco se
sienta para pasar su brazo por el hombro
de su amiga melancolía, a donde lleva el canto de su triste risa y como saborea
las ganas de vivir, a donde abraza sus abrazos y donde esconde los besos no recibidos…
ésos que atragantan la garganta cuando sólo los quiere escupir, que se le pegan en el paladar y su lengua no los puede desprender…
son muchos… infinitos… le causan nauseas y mucho hastío… pero aún así los traga
entre las lágrimas de su deshabitada vida…
A pesar de su llanto también salió a buscar diversión y
no se acordó de que él tenía ganas de comerse un sábado con tenedor y cuchillo
sentado en la acera donde podría besarla en la boca y mostrar su valeroso orgullo…
de meter su nariz en su rubia cabellera y oler su perfume a hembra satisfecha…
pero solo son y serán sueños en esta tierra de promesas infundadas
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