Tan tranquila estaba con mi
sentencia
y vino a murmurar palabras a
mi oído.
¿Quién le dijo que lo
solicitaba?
Porque si lo creyó así,
por dios que se equivocó.
A mi tristeza la alivio sola
A mi dolor lo mitigo yo
A mi angustia le doy medicina
de sus canciones
A mi llanto lo enjugo con su
retrato.
Tan apática estaba con mi
aflicción
y vino a susurrar palabras a
mi oído.
Mis manos fastidiadas lo
buscan
pero solo aplauden sus
actuaciones de falso galán.
Mis pies se deslizan a otros
fogones.
Mis dedos ávidos buscan su
espalda.
Mortifica el sentir, el
pesar, el amar
Lastima su voz a mis oídos
Hiere en mi cuerpo su
recuerdo.
De mí piel arranco todo
vestigio de afición,
sombreada de caricias,
repleta de halagos impúdicos.
Mi cintura y toda Yo con
lasciva indecencia lo evocamos.
Tan plácida estaba con mi
agonía
y vino a secretear palabras a
mi oído.
Me gusta que me encante ser
suya religiosamente
pero Dios omitió adiestrar mi
extravío.
No instruyó que podía tocar
fondo
tampoco adoctrinó a mi
vehemencia
y a los dogmas olvidé.
Tan apacible estaba con mi
congoja
y vino a cantar palabras a mi
oído
que no tiene perdón de Dios.