Todas las tardes a la hora en que el sol se va a dormir, él va a conversar con las gaviotas, les pide que le cuenten historias de las personas que transitaron por el puerto, los que caminaron a su trabajo por la costanera, las que esperaron el metro tren, las que en la mañana lloraron y las que rieron cuando les dieron un beso.
Pero éstas a él no le interesan, él quiere saber de la mujer de ojos soñadores, sin perder la esperanza que escuchará la historia de su pelo alborotado, de su risa de primavera, de su aroma a juventud, de su caminar cadencioso, de su cámara fotográfica atrapando atardeceres, que son la razón de su vida.
Él muere de celos cada vez que mira al sol tragarse el océano, y caer en la realidad de que al día se le acabó el tiempo, porque la noche llega con sus estrellas a cobijar las sombras.
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