En una hora
más de cualquier mes y año podré llamar a ese número… el que anotaste hace unos minutos en mi agenda.
No te hagas ilusiones que sea antes… que aún intento deletrear los signos que dibujaste en su blanca hoja…
Bueno, el
derrame de mi taza de café y la intención tuya por limpiar rápido, lo
impidieron mis manos y el beso que plantaste en mi boca.
No sea que
en los café de Nueva Providencia se nos dé por comprometer la vida en un tris y
chasquidos de dedos, y se nos ablande el corazón seco por el tiempo de no
vernos.
Porque si es
así… déjame ver si intento dilucidar como descifro los ocho números que
esconden la mancha de café, y acorto el tiempo para llamarte, antes que acabe
la hora de esta fría tarde de Julio
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