La nostalgia
hoy llegó con la bandeja del desayuno, despertó a la tristeza y le dijo que
tenía que hacer su tarea diaria, hacerme llorar.
Luego
tomaron mi corazón, lo estrujaron y lo dejaron gimiendo, dando brincos en mí
pecho.
Me resistí, no
quería llorar ni estar triste y apaciguar a mi querida alma… pero asomó el
reproche y me ordenó levantarme, pues necesitaba cambiar las sábanas, esas
donde olfateo tu aroma, y que rápido me fuera al baño, maquillara mi rostro para
borrar la aburrida cara de tristeza.
Y dijo con
autoridad: ¡Eso no se usa!
Pensando
regalarles una sonrisa emergió la culpa, anhelaba ser feliz entonces de mi boca
estalló un estrepitoso gemido… que apretó el cielo y lo nubló, fue cuando unos
pocos ángeles lloraron una lluvia espesa, hicieron caer nieve y el viento desordenó
mis sentimientos, el frío heló mi sangre, y un sabor amargo emergió en un
profundo suspiro al ver los árboles desnudos, que intentaban defender sus ramas y oraban una plegaria.
Pero como
dicen que las tormentas arrastran la tristeza me dejé sostener por ella hacia
el infinito, y no dudé que ahí encontraría tu amoroso cobijo… y el mejor
abrazo.
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