Y te había encargado
que me besaras
mucho
y ellos cayeron
a miles de
metros de profundidad.
Le cavaste
la mejor tumba al frenesí
y a la
espalda acomodaste
frente a la
historia de aquellas locuras
que habías
inventado
Solo volteaste
para decirme
que las
preferías hermosas
y más
jóvenes.
De mi boca
se escapó un:
Te necesito y no te necesito.
Te necesito y no te necesito.
Volviste a
dar tu espalda
al deseo de
tocar mi piel
y gozarla
sin cobro ninguno…
y como por
arte de magia
apareció el silencio
en la sala
del café de la esquina
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