Automáticamente
y de manera muy obvia… me sedujo lo irreverente de tu invitación…
Sólo era un
café con aroma a vainilla y conversación discreta, terminaste diciendo que me
querías en tu vida… y eso fue una osada proposición.
Me sobresalté
y encendí un cigarro, como sí el humo me trasladará detrás de un biombo y no
leyeras en mis ojos que anhelaba quedar enredada en tus palabras, y escribir lo que a mi cuerpo detenía mi
limitada soledad, y que tu boca explicaba
para traducir lo que tu cuerpo exigía.
Sólo en los ‘’Café de París’’ puedes soñar y besar con solo dos terrones de
azúcar………………………….
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