Silencio, ¿qué oyes?
¿a mis mil pasos,
a mi caminar apresurado,
o a el último suspiro de la tarde?
Detente y presta atención
entra en mi acostumbrada pesadilla
pero no espantes a mi ángel de la guarda
con tu indiscreto misterio
ni me apartes de la nostalgia
de mi insomnio a las tres de la madrugada.
Y si me ataca el sonambulismo
déjame deambular por el jardín
mojar mis pies en el rocío de abril
que así me premio para conversar
con mis muertos.