Me ofreció beber de la copa
que contenía el rojo brebaje de su siembra,
ávida decidí verter el líquido en mi boca
y así saciar la sed de la permanencia.
En este mareo anhelé sosegar el futuro,
enredarme en los suspiros,
penetrar en su borrachera,
flotar en la hiel púrpura de la amargura,
y entrar en el espiral de la memoria;
aún eran tiempos
que él soñaba con mi abrazo
y me consolaba en los orgasmos.
Ahora es mi quimera
que desesperada intento
amarrar a mi almohada.