Por probar
almohadas ajenas tuve que asumir las
consecuencias y el arrepentimiento apareció cuando recogí mis cosas, entonces
caí en la cuenta de que mi cajita con sueños no estaba, se había esfumado entre
risas, brebajes y pasión.
Supliqué a
la lógica me ayudara a encontrar mi tesoro, pero sin piedad se río y dijo que
no era sensato creer en cuerpos ajenos, que además de ser peligroso, había que
asumir los resultados, que por más que la cama fuera ancha, no era la legal.
En la
desesperación de querer regresar a casa antes del amanecer, di órdenes a la
paciencia que dormía en un rincón la borrachera de la noche, y sorda a mis
ruegos no emitió juicio alguno.
Una
corazonada hizo que recordara a la Nada, quién, para mi sorpresa, puso en mis
manos la cajita vacía diciendo que había pasado mi peor enemigo a quién se los
había entregado, y con cara de no tener nada que ver en el asunto, me dijo:
¡Los sueños son tesoros que por ser parte de la vida misma,
no sé descuidan entre sábanas impropias!
¡Los sueños son tesoros que por ser parte de la vida misma,
no sé descuidan entre sábanas impropias!