Arriesgando mi
pesadilla por quién necesitó jugarse la vida
me desprendo
de su abrazo y salgo a la calle.
Torpemente tropiezo
con el cemento frío y seductor,
y con la
negra oscuridad de la silenciosa ciudad.
Entonces
pienso:
¿Sabré leer
a la tristeza?
¿Será que
puedo traducir la negrura del alma?
Mi suspiro
trae memoria de acera adolorida,
angustia del
golpe recibido desde la altura del nido
y el gemido dado
por el último latido de su corazón partido en dos
Entonces;
Distingo
mirando al cielo a mi estrella favorita,
caigo en la
cuenta que ha empezado a clarear
y que la
luna finita se dibuja velada con sus dos noches.
Delirando
ambiciono de ella esas dos vigilias…
Para Andrés
Para Andrés
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