Foto tomada por su hermano Diego, texto escrito por su hermana Paula y leído el día de su despedida por mi, su madre.
En primer lugar, quiero agradecer, a nombre de la
familia, la presencia de todos ustedes aquí. En los momentos difíciles, la
unión de la familia se valora más que nunca.
Hace pocos días atrás, mi hermano Andrés escribió
una pequeña biografía suya como parte de uno de sus innumerables proyectos.
Quisiéramos, a través de sus propias palabras, mezcladas con las nuestras,
compartir con ustedes un poco de él.
Empezando esta biografía, Andrés hace un relato de
la historia de su familia y de su vida, de ambos abuelos, Renato y Fernando, de
quienes fue cómplice y amigo, en largas tertulias de sobremesa en las tardes de
los domingos. Siempre tuvo un sentido finísimo de la unidad, la familia, el
compromiso con los propios y la idea de manada. Esa idea fue la base para
formar su propia familia.
Nuestra
infancia transcurrió en pueblos pequeños la mayor parte del tiempo, donde
Andrés lograba aglutinar grandes grupos de amigos, a pesar de que era siempre
el mateo del curso y no se destacaba por sus grandes destrezas físicas como
otros niños. La explicación la da él mismo, refiriéndose a una conversación con
un grupo de amigos:
-Siempre me ha entretenido hacer proyectos con
otros. Cuando estaba en Llanquihue junto a mis amigos jugábamos en un
depósito de arenisca que había cerca de la casa donde hacíamos ciudades
completas para nuestros match-box, una vez organicé en el Colegio un campeonato
de lanzamiento de aviones de papel, luego en la enseñanza media hacía todo tipo
de trucos para no estar en clases y me juntaba con mis amigos a construir
generadores eléctricos, maquetas y hasta disecar un lagarto. Este
punto mis amigos saltaron y dijeron: ¡Eso es: siempre estás planeando y
haciendo lagartos! Hablamos muchos meses sobre ese descubrimiento o cómo
determinaba lo que hacía y me pasaba
Después de tres países, cinco ciudades y ocho
colegios, en 1992 apruebo los exámenes de ingreso e inicio mis estudios de
Ingeniería Civil en Computación en la Universidad de Chile. Fueron 6 años
extraordinarios llenos de una sensación que mi energía era inagotable y la
convicción de que todo era posible-
Seis años
en los que estuvo rodeado de un grupo de amigos maravilloso que, después de
tanto que se ha vivido juntos, se confunden con familia.
-Ese año
conocí a Fernanda Gil Mikacic quien es mi esposa desde 1999 y con quien tenemos
dos hijos Javier y Beatriz. Niños preciosos y, sin lugar a dudas, ellos
son el mejor proyecto que he hecho hasta ahora. Creo que los sistemas que
son sustentables siempre están en equilibrio y Fernanda logra traer ese
equilibrio a mi entorno.
Los
primeros años de matrimonio fueron una luna de miel ampliada que se extendió
por tres años. Vivíamos en un pequeño departamento en Nuñoa construido en la
década del 60 por el Banco del Estado y que tenía esa atmósfera del antiguo
Santiago Urbano, de la clase media que vivía de su trabajo en la burocracia
estatal, árboles añosos y vecinos que llevaban toda una vida disfrutando de ese
entorno-
Y llegaron
los niños y nuevas ciudades y nuevos desafíos que se fueron sumando al que él
mismo llama su mejor proyecto, la formación de su familia. Una familia hermosa
de la que nos sentimos orgullosos de formar parte.
Queremos
agradecer, especialmente, de parte de Lopehandías y Marticorenas a los Gil y
los Mikacic por la vivencia de este proyecto en común que se formó gracias a
este constructor de ciudades, formador de lagartos, jugador de bridge, amante
de la buena mesa y los paseos apatotados, amigo ejemplar de todos nosotros y
padre orgulloso de sus hijos, entusiasta de los desafíos. Lo sigo viendo con
los brazos en alto, riendo con entusiasmo, como el día en que le sacó las
rueditas chicas a mi bicicleta y me enseñó a pedalear. Ese también fue uno de
sus proyectos.
Muchas
gracias por acompañarnos hoy martes 9 de abril de 2013