La realidad sube y baja, como los caballitos de la
calesita instalada en la plaza donde solíamos pasear. Ella gira como mi supervivencia
en tus manos y rueda en el sentido contrario a la vida.
Y ahí nos aferramos como fantasmas de playas y arenas inexistentes,
de frases que alguna vez resonaron en nuestros oídos o de risas que aún ensordecen
a nuestra piel. Y en esta actuación queremos escupir la importancia de estar juntos o aplaudir la
pasión que nos embarga.
Pero a pesar de la duración de nuestros huesos, por
favor no bajes del carrusel, aunque tu mareo de calesitero y tu pasado te
inviten a hacerlo.
Sé que te detendrás frente a la vida con una bola de
madera que insertarás en la barra metálica que te sustenta, a la que llamarás sortija.
La sostendrás con tu mano izquierda, mientras yo en cada vuelta extenderé mis
manos para aprisionarla y prenderla en mi alma.
Y si alcanzo a tomarla, sé que ganaré la próxima vuelta,
y será gratis.
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