Con sus pasos
de musa francesa
y vedette de primera
quería ser Manón,
como la del tango.
Al porteño de ojos soñadores
le vendió ilusiones
sentimentales y coquetas.
Cedió al primer beso
y a la segunda caricia
alentó su pasión…
dijo si a cada seducción.
Al amanecer y al atardecer
se fue acurrucando
en el galanteo del río
y en la neblina
de las aceras.
Perdió su andar
al arrullo del bandoneón
y entre copas y bemoles
con el entusiasmo
de espejismos y fantasías,
sus ojos se cegaron.
De ilusiones se alimentó
de besos se llenó
a su espalda
le nacieron flores
y de mentiras vivió;
esas que murmuró el señor.
...a París no volvió…
Foto tomada por la autora