Comencé a restregar mis ojos, olía tu aroma dulce en mi almohada. Si, esa que acomodas para soñar conmigo y despertar decidido a continuar saciando mis ansias.
En mi ensueño sentía cada uno de tus dedos habitando en los rincones que te gusta hurgar, relamías mi sabor en tu boca y paladeabas la miel que yo emanaba…
Tu lengua siempre insaciable cobraba vida en mis besos, se nutría de mi sabor y se empapaba de mi savia.
Percibí como te convertías en una hermosa erección, reteniendo y grabando en mi memoria los dibujos dejados en la pared de mi gruta, así también en mi boca siempre insaciable de ti.
Seguí restregando mi cara, intentando salir del sopor del sueño y volver a la realidad, pero lo impedía tu varonil presencia, me había convertido en tu esclava sometida a tus ilimitados y fantasiosos deseos con la complicidad del querer ser y estar en el otro.
¡Que sueño! El sueño de la vida que se escurre en tus caricias, se pierde en mi impaciencia y en cada espasmo te entrego mis segundos.
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