En el pórtico de mi blusa
mirando mi cuello,
tus dedos diestros
llamaron a colarse
a vedados escondrijos.
Y deseosos
por traspasar cerraduras
que con recatados candados he mantenido.
Pero ellos no consideran
ni entrada,
ni cerrojo,
ni pasador denegado,
sólo su pasatiempo deben cumplir.
Caminan
se detienen,
corren,
se pasean,
se deleitan,
buscan,
peregrinan,
reposan,
se acomodan.
Que gratos soportan
los embestidos quehaceres
de cada ojal,
de cada aldaba,
de cada botón,
de cada umbral.
A la entrada de mi camisa
te convoco a saciar tu pretensión
que tus manos rasguen todo cierre,
que se transgredan las salidas y entradas,
que misteriosos pasadores
se abran paso a recibir cada uno de tus agasajos,
por trinquete que aciertes
con murmullos de inesperados besos
irrumpe por la abertura
de tu más preciado tesoro,
mi escote.
Del cuello a mis senos
dejaré puertas abiertas
sin aldabas,
ni ceñidos corpiños,
sólo mi trasparente blusa
que apremia a tus seducidos arrebatos
que con devoción atraviesen sus ávidos vestíbulos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario