lunes, 16 de agosto de 2010

La esquina contraria



En Holanda con Providencia tengo mi oficina. Cada noche hago mi trabajo y mis clientes son los habitué. Me preparó con esmero. Compró mi ropa de ocasión. Mi pelo rubio y mis ojos verdes son inconfundibles bajo el foco de Chilectra.
Soy complaciente a los requerimientos de cada uno de ellos. Los regateos son frecuentes aunque siempre triunfan mis tarifas.
Arremango mi minifalda y me entrego a sus apetitos.
Cancelan, me calan y se despiden.
Al bajar en la estación de Pajaritos recibo un abrazo y una voz dulce me dice ¡Hola papá!

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