lunes, 18 de mayo de 2009

De la Montiel a don Miguel




Fumar es un placer
genial, sensual.
Fumando espero
al hombre a quien yo quiero…


 
…escuchaba de la “Montiel” con mis primeras bocanadas, y lo único que provocaban eran mareos y náuseas. Pero había que aprender el oficio, el cual me hacía sentir grande y mujer fatal, y así pensaba que funcionaba el mundo. Se recogía lo que se encontraba, se hurgaban los bolsillos paternales, se compraban sueltos, con filtro o sin filtro. Por algo decíamos que fumábamos “flor de baldosa”.


Y entre cantos, peñas y vinitos navegados, el vicio se fue metiendo en el cuerpo y en el alma, y no me di cuenta cuando lo necesité para la alegría de compartir, o en ese apurado camino a la universidad, o aquel, cuando había tristeza y nostalgia, y como no recordar el que se fumaba de a dos después de hacer crecer pasiones.


Y este vicio se hizo en mí día a día parte de todo.


Pero como los tiempos cambian, me bajaron de aviones y de buses y me dejaron fuera en los recintos cerrados y mis amistades empezaron a practicar Yoga o Taichi, o se hicieron acupuntura o hipnotismo.


Y mi olor a puchito me fue marginando.


Lo peor fue cuando los hijos dijeron que podía dar cáncer, y creo que aquí me asusté y con la foto de Don Miguel en mi cajetilla, dejé de fumar.


Y aquí comenzó mi sufrimiento, no me acuerdo que técnica a usar, pero si les digo que los primeros días, la ansiedad y el deseo de aspirar ese humito, que era parte de mí, fue una tortura.


Y empecé a contar los días, el primero lo aplaudí con todas mis fuerzas, estaba muy entusiasmada con mi proeza. Y llegó el segundo y el tercero y contaba y anotaba mis éxitos y seguía aplaudiendo.


Se fue haciendo parte de mí no aspirarte, dejarte, abandonarte, despojarte de mis placeres, y relegarte a los recuerdos.


Me acuerdo las pesadillas en mis sueños, como se hacía real el sentirte en mis labios, entre mis dedos y sentía tu calor y veía esa llama encendida.


Y apareció la palabra ahorro, caí en  cuenta de lo que gastaba en ti, comencé a sentirme más liviana y mis pulmones comenzaron a desintoxicarse, las arritmias de mi corazón cesaron. Subía tanto escaleras como cerros y corría como una adolescente. Y comencé una vida sin ti, entendiendo que en verdad no te necesitaba, ya había dejado la universidad por lo que no eras necesario en las horas de estudio. En mis tertulias no me hiciste falta, igual eran amenas las conversaciones y respirábamos mejor. 

En mis encuentros amorosos ya no entrabas. Y así fuiste saliendo de mi vida. Dejé de contar los días, y en mis sueños no estabas, tampoco te extrañaba mi boca ni mis dedos.


Con el tiempo siempre me he preguntado;
¿Quién me mando decir que?



Fumar es un placer
genial, sensual.
Fumando espero
al hombre a quien yo quiero,
tras los cristales
de alegres ventanales.


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